El Silencio Otorga, Lo Que El Misterio Concede

lunes, octubre 30, 2006

Tabaco y Channel

Es como si al cerrar los ojos aún no escapa la imagen de la primera vez que estuve en el concierto de mi mejor amigo en la discotheque Laberinto, en la calle Vicuña Mackenna esa noche de julio. Para mí era un lugar lejano, un ambiente adulto, con hombres que visten de mujeres y mujeres que parecían hombres. Se podía notar que era un día en especial en la semana, el día de una de sus fiestas de divas.
Sigo recordando la entrada, una puerta gigante que daba la impresión de estar entrando a un castillo. Una puerta que con su forma redonda, de metal y pequeñas figuras decorativas a lo largo y ancho hacía creer que uno era minúsculo al pasar por ahí. Desde las afueras de ellas se podía sentir la música que tocaba dentro, unos ritmos envolventes que abrazaban el caminar tomándote de la mano para poder llevarte a su interior. Sensación de un encantador de serpientes llamando a su mascota que en esa noche era yo.
Se percibía un aroma que indicaba un lugar de vida nocturna. De sus cortinas de terciopelo rojo o quizás rojizo, se sentía el aroma de cigarros, perfume y alcohol, mezcla perfecta para dar inicio a una nueva etapa, mis 18 años.
La parte de los camarines era un sitio frío y no muy cómodo para la visita de alguien. A pesar de ser una noche no del todo calurosa, si poseía aires que envolvían y daban la impresión de estar viviendo una noche más de primavera, cuando en realidad estábamos en medio de un muy extraño invierno. El camarín seguía frío, no ayudaba para nada las pequeñas estufas que habían, ya que los asientos de piedra color blanco con delgados cojines, nada protegían, todavía podían transmitir su temperatura helada que hacía que nada cambiara.
Poseo imágenes flash de lo que era el escenario; no muy grande, sólo tenía sobre él un micrófono, una guitarra, un bajo y una batería, todas ellas muy cercas una de otras, tanto que al subirse mi amigo con su banda, debían de pasar muy delicadamente para no pasar a llevar ninguno de los instrumentos.
Lo más fantástico era el festival de luces que hacían que toda la atención se enfocase en los artistas, una imagen indescriptible de sólo poder enfocarse en lo que se tenía en frente, como si nada más existiese, una sensación que al mirar a los lados no había gente. La oscuridad era una buena compañera, hacía una ilusión infalible que recrea que sólo uno se encontraba con la banda, un concierto privado en tu honor que sólo al finalizar sus melodías te podías dar cuenta que no eras el único alrededor.
No imagino olvidar esa noche, entre luces y oscuridad; amigos y un espectáculos; hombres vestidos de mujeres y mujeres que parecían hombres; el aroma de cigarro, perfume y alcohol. Sí, creo que sí, esa fue una de las mejores maneras de poder celebrar mis 18 años.